Rincón de la Familia

Lo que le prometemos a nuestros hijos, lo debemos de cumplir

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Recientemente se me acercó mi hija más pequeña Gaby y me dijo una mañana: “papi le pedí a mami que me lleve a comprarme una Donut, y me dijo que si tu querías me podías llevar”.
Al mirarle a su rostro ver el entusiasmo y alegría con que lo decía, le dije “por supuesto, mi amor, pero ahorita estoy ocupado, tengo que hacer un par de cosas de ir a la Iglesia a tocar una Misa, pero te prometo que cuando regrese te llevo”, a lo que mi hija respondió muy bien papi me dio un fuerte abrazo, besos y sonriendo se fue a jugar con su hermanito.
Ahí dije las palabras que son tan importante para los padres y que los hijos toman siempre muy en serio: “Te prometo que…”. Promesas son promesas, y cuando prometemos algo a los niños tenemos que asegurarnos que lo que lo podamos cumplir. Tenemos que tener cuidado de no hacer promesas que no podamos cumplir pues ellos nos esperarán.
Lo mismo se aplica a la disciplina, cuando amenazamos castigarlos con alguna consecuencia, es importante que la cumplamos, de lo contrario ellos aprenden a no tomarnos en serio cuando les amenazamos y aprenden a ignorarnos volviéndose malcriados.
Volviendo al ejemplo con mi hija Gabrielita que tiene 4 años, yo regresé ese día de la Iglesia, y tan distraído estaba que me puse a cambiarle cuerdas a mi guitarra cuando se me acercó mi hija y con una vocecita tierna me dijo: “Papi, ¿ya es hora de que vamos a comprar los donuts?”, a lo que yo respondí ya casi mi amor, termino de hacer lo que estoy haciendo y en un ratito más te llevo.
Mi hija me dijo “Ok papi, me dio otro abrazo y otra vez se fue a jugar”.
La verdad que yo me sentí muy mal pues me di cuenta que en mi vida llena de ocupaciones y obligaciones a veces estaba tan consumido en mis cosas que no dejaba espacio para darle a mis hijos el amor, tiempo y pequeños detalles que ellos necesitan recibir de sus padres regularmente.
Así que deje de hacer lo que estaba haciendo que podía tranquilamente esperar y le dije; “Ok, Gaby ahora podemos ir”, a lo que mi hija respondió con un salto de alegría diciendo “mami, mami papi me va a llevar a comprar las donuts”.
Así que nos fuimos caminando, tomados de las manos y sonriendo y compartiendo unos momentos sencillos, alegres de pequeños detalles; pero que nos ayudan a fortalecer nuestra relación de padres e hijos. Así mismo padre, que estás leyendo estas líneas, debemos estar alertas y luchar paraqué la rutina del trabajo y las preocupaciones, no nos roben de dedicarles a esos seres que Dios puso en nuestras vidas, nuestros hijos; del tiempo y atención que ellos merecen recibir de sus padres.
Tristemente, muchos Padres llegan tan frustrados a sus casas que lo único que los hijos reciben son gritos y malos tratos.
La Biblia nos dice en la Carta a los Efesios 4, 31-32: “Eviten la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. Por el contrario, sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los unos a los otros”.
Nuestros hijos son como una esponja que absorben y son influenciados directamente por la forma
en que los tratamos. Si todo lo que reciben de nosotros son críticas, gritos, demandas y malos tratos; crecerán frustrados, con baja autoestima y estarán programados para el fracaso.
Si por el contrario reciben aliento, amor, atención y cariño; tendrán actitudes positivas y estarán mejores condicionados para ser exitosos en todo lo que hagan. Como dice en Efesios 6:4“Padres no irriten a sus hijos; por el contrario, edúquenlos, corrigiéndolos y aconsejándolos, según el espíritu del Señor”.