SIN LUGAR A DUDAS

Porque no hago uso del correo electrónico

Posted

Iba a escribir acerca de este asunto de todas maneras cuando (de una manera amigable) se me acercó una señora muy agradable en un evento de una parroquia y me sugirió que hiciera uso del correo eléctrico más temprano que tarde.

Esta señora que se me acercó en la sacristía de una iglesia local y me decía que quería que le diera mi correo electrónico para enviarme algún tópico pero me dijo que en ninguna parte lo encontró. Yo le dije, “es que no tengo un correo electrónico”, ¿Qué? Exclamó, no creyendo lo que estaba escuchando.

Iba a escribir acerca de este asunto de todas maneras cuando (de una manera amigable) se me acercó una señora muy agradable en un evento de una parroquia y me sugirió que hiciera uso del correo eléctrico más temprano que tarde.

Esta señora que se me acercó en la sacristía de una iglesia local y me decía que quería que le diera mi correo electrónico para enviarme algún tópico pero me dijo que en ninguna parte lo encontró. Yo le dije, “es que no tengo un correo electrónico”, ¿Qué? Exclamó, no creyendo lo que estaba escuchando. “Vamos, póngase las pilas, es el siglo 21, ¿usted sabe que hasta al presidente de los Estados Unidos yo le puedo enviar un correo electrónico? “Como si se lo va a responder personalmente” (Pensé a mí mismo.)

“Lo que usted quiere decirme o comentar, usted puede escribirlo en una carta, ponerle una estampilla y mandarla por correo a mi oficina, le prometo que le voy a contestar la carta”. Bueno, la señora lo hizo y le contesté la carta, escribió nuevamente y también le contesté. Por ahora no ha vuelto a escribir.

Pronto les voy a explicar porque no hago uso del correo electrónico pero primero les voy a decir que si uso un poco para comunicarme con mi familia y amigos pero muy poco. No lo uso para asuntos de negocio o trabajo. (Le hubiera caído bien aprender esta lección a Hillary Clinton).

Pero existen tres razones por las cuales no hago uso del correo electrónico en mi oficina.

Primera, soy muy cauteloso con la tecnología en general y trato de mantener una saludable distancia. Cuando se trata de máquinas de comunicación, y otras cosas, yo profiero el siglo 20, bueno mediados del siglo 20 a este siglo.

Aquí está mi confesión: mis conocimientos acerca de las computadoras son básicos. No se distinguir entre un DVR y un VCR; escucho hablar del tal Neflix y Bue-Ray y ni siquiera sé que son; prefiero escuchar los CDs, prefiero leer libros, yo no tengo fotos en Instagram, no tengo un IPod o una laptop; no uso correo electrónico para mi banco, uso la chequera. Todavía recibo mi cheque en lugar que me lo deposite directo al banco. No me gusta hacer mis órdenes de medicinas por correo electrónico.

Mi decisión de no usar el correo electrónico en la oficina es otra señal o síntoma si usted quiere llamarlo así, de mi fobia a la tecnología. Y, en una cultura que es tan dependiente o a veces adicta a ese asunto hoy en día, el estar un poquito en contra de eso, no está tan mal. Yo lo considero una declaración profética.

Segunda, yo evito usar el correo electrónico en la oficina porque es muy superficial. Toma muy poca energía y aun así, al sentarte y presionar el botón de envío, vas a esperar que alguien te responda, y sentirte contento cuando lo recibes. Si yo uso el correo electrónico regularmente, cualquier noticia o evento que suceda va a generar docenas y hasta cientos de correos electrónicos que me van a mandar y yo tendría que responderlos. Yo tomo muy en serio mi correspondencia, si alguien quiere enviarme una carta al estilo antiguo, van a tener una respuesta- ya sea mía o del personal de la diócesis que saben lo que están haciendo. (Cartas ofensivas o anónimas son ignoradas).

Los correos electrónicos son superficiales y escritos precipitadamente a merced del que los escribe. En más de una ocasión he leído mensajes que han enviado a la diócesis de gente enojada a la 1:00 o 2:00 de la mañana, estoy seguro que esa gente después se arrepiente de haberlos enviado.

Finalmente, evito los correos electrónicos en la oficina porque estoy convencido que es usado irónicamente para evitar tener una conversación y un dialogo. Los correos electrónicos son estériles, son de larga distancia y de gran desanimo. Algunas personas escriben cosas que no pueden decir frente a frente a familiares o compañeros de trabajo. Y los correos electrónicos no siempre son tan eficientes como parecen.

Por ejemplo, tratando de llevar a cabo una reunión con algunos miembros del personal de la diócesis, yo podría decirle a alguno, ¿sabes algo acerca de la reunión que vamos a tener la próxima semana? Le acabo de enviar un correo electrónico y todavía no sé nada. Bueno, si él está en la oficina siguiente de la mía, lo lógico sería ir en persona a preguntarle. Gracias a la tecnología, hemos perdido el contacto humano y algunas veces el sentido común.

Los correos electrónicos tienen más limitaciones que el correo verdadero no tiene. Es normal para mí responder cartas que me han enviado alguien que está enfermo ya sea viejo o joven. Yo me siento a escribirle con mucho gusto y a la vez le mando una tarjetita bendita con una oración. Eso no lo puedes hacer en un correo electrónico.

El arte de escribir cartas, cartas reales, de trabajo o personales está desapareciendo. Qué tristeza. Todavía conservo las cartas que enviaba a mis padres cuando estuve estudiando por cuatro años en Roma desde el año 1969 hasta 1973. Mi madre una persona prudente las guardó. Ahora forman parte de mi vida. Tienen mucho valor. Skype es bonito pero no es lo mismo.

Entonces, queridos lectores si ustedes quieren contactarse conmigo a mi oficina, manden una carta, una carta escrita de verdad, les prometo que se las voy a contestar.

Bueno, tengo que irme, ¡Mi iphone está vibrando!