Sin Lugar a Dudas

Nos hemos caído y nó nos podemos levantar

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Estoy seguro que ustedes han visto este comercial. Una señora que se cae en las escaleras de su casa y no se puede mover, se golpea muy fuerte y no puede llamar por teléfono por ayuda, es entonces cuando grita y dice “Auxilio, me caí y no me puedo levantar” este comercial promueve un sistema de ayuda médica de emergencia, un aparato que avisa al sistema de emergencia para que la persona que lo tenga, reciba la ayuda necesaria.

Aunque todavía no he tenido la oportunidad de usarlo, estoy seguro que es algo que ha podido ayudar a muchas personas e individuos a lo mejor hasta les ha salvado la vida. Aunque a mí me parece que esta frase, “me caí y no me puedo levantar” describe la condición humana que necesitamos enfrentar durante la época de la Cuaresma.

Es verdad, somos humanos y como individuos nos caemos, muy lejos y de varias maneras y como personas de fe que somos, inmediatamente reconocemos que necesitamos la ayuda de Dios, nos levantamos y volvemos a caminar. La naturaleza de nuestras caídas es el resultado del pecado. El pecado original que lo heredamos de nuestros padres Adán y Eva; el pecado social del cual todos somos responsables de alguna manera; y del pecado personal el cual todos cometemos en el diario vivir.

Pensemos en las condiciones que se encuentra el mundo hoy en día. Diariamente oímos de terrorismo y violencia, secuestros y persecuciones, destrucciones de iglesias y el martirio de cristianos, el horror de presos políticos que son quemados vivos y decapitados. ¡En que maldad hemos caído! Y, ¿Usted cree que se puede saltar el pantano a través de recursos humanos o solamente por medio de la fuerza militar, intervenciones diplomáticas o intrigas políticas? ¡Yo no lo creo!

Aquí mismo en casa, en nuestro propio país hemos sufrido el síndrome de las caídas. Es muy triste decirlo pero hemos dejado de andar por el camino del bien para darle la bienvenida a las cincuenta sombras de la inmoralidad.

Somos una nación que promueve y paga por la muerte de los niños no nacidos; hemos legalizado la abominable ley del matrimonio homosexual; hemos sufrido las consecuencias de las personas sin hogar, adicción, tráfico de seres humanos y pornografía en nuestro diario vivir; nos divertimos con el exceso de nuestra cultura secular, atea y hedonista. Las palabras de nuestro Señor deberían ser una advertencia para nosotros: “¿Y no voy a castigar tales acciones? ¿No he de vengarme de una nación como esta? (Jeremías: 5:9)

Y aun en nuestra vida personal nos encontramos con problemas que nos recuerdan lo débiles que somos cuando estamos necesitados. Quizá estamos lidiando con una enfermedad grave, terminal, un padre con demencia, un matrimonio con problemas, un hijo o hija con problemas, el no poder mantener nuestra familia, nuestro hogar, un problema legal, o tal vez un problema que nos acecha la conciencia.

Casi todos hemos llegado a un momento de nuestra vida donde hemos gritado: “Me he caído, y no me puedo levantar”

Pero aunque el camino parezca tan desierto, hay esperanza porque nuestra fe viene a nuestro rescate. Creemos en Dios, quien nos ama, quien nos cuida y nos levanta. Cuando aprendemos a dejarnos llevar por él y confiar en su poder. Con las palabras de San Pablo concluimos: “Pues si me siento débil, entonces es cuando soy fuerte”. (Corintios 2 12:10)

Uno de los propósitos de la Cuaresma es mis queridos amigos, reconocer nuestras propias debilidades e imperfecciones y confiar más en la fuerza y la gracia del Dios Omnipotente. Esa es una de las metas tradicionales de práctica en la época de Cuaresma.

Haciendo oración nos ponemos en la presencia de Dios y nos esforzamos por reconocer su poder y su providencia en nuestra vida diaria. Personalmente la oración en silencio nos ayuda a relajarnos y aliviarnos de tantas expectativas que tenemos y nos ponemos en las manos amorosas de Dios. Y al final de cada día cuando ponemos la cabeza en la almohada le decimos: “Señor, hoy trabajé duro, hice lo mejor: ahora el resto está en tus manos”

En abstinencia y ayuno y otras formas de sacrificio, queremos reforzar nuestra vida espiritual. Como Jesús en el desierto cuando tuvo la batalla con el enemigo, así nosotros podremos resistir a las ofertas de tentación y finalmente mandarlo fuera de nuestras vidas y a vivir una vida de determinación espiritual.

En el trabajo de compasión reconocemos que somos parte la familia humana mientras nos esforzamos a estar más pendientes a las necesidades de nuestros hermanos y hermanas.

Recordemos que todo lo bueno que hacemos con alguien, lo hacemos a Jesús. Y ayudando a otros caritativamente nos damos cuenta de la bondad que otras personas poseen hacia nosotros.

La Cuaresma es el mejor tiempo para restablecer una buena relación con Dios, reconocer nuestras debilidades y necesidades para que podamos en nuestra vida, renovar nuestra confianza en un Dios que es amoroso en providencia y en soberanía.

Tristemente es la verdad, por causa del pecado hemos caído y no hemos podido levantarnos por lo menos no por nosotros mismos. Pero les pido que no se desilusionen ni se sientan mal, que busquen al Señor con confianza y recuerden las palabras populares de un himno que cantamos siempre: “Él te levantará con las alas de las águilas, te llevará con el aliento del amanecer, te hará brillar como el sol, y te pondrá en la palma de su mano”.