Sin Lugar a Dudas

Hablemos de cómo ayudar a la Iglesia

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Entonces, un hombre murió y se fue al cielo. Allá lo recibió San Pedro en las puertas del cielo y lo llevó por las calles doradas. Pasaban por unas casas y mansiones hermosas hasta que se pararon en una calle donde había una casita muy sencilla. “Aquí es donde vas a vivir”, le dijo San Pedro. Pero el hombre protestó y le preguntó a San Pedro, por qué a mí me das una casita sencilla y pequeña y a otros les diste mansiones. San Pedro le contestó, “Hice lo mejor que pude con el dinero que me mandaste”.

Parece que el tema de dar dinero a la iglesia a veces resulta en una variedad de emociones- humor, angustia, y orgullo. Y también preguntas. ¿Por qué tengo que dar a la Iglesia? ¿Cuánto tengo que dar? ¿Qué hace la Iglesia con todo ese dinero? ¿Por qué algunos miembros han dejado de dar?

Primero, vamos a exponer lo que es obvio. Cada religión tiene un libre albedrío de contribuir para que sus miembros sobrevivan, y llevar su misión. ¿De dónde van a sacar los recursos financieros? Por lo menos en este país, el gobierno no mantiene las iglesias. (Aunque algunas veces el gobierno tiene un contrato con alguna iglesia para llevar a cabo algún servicio en particular- como renta de bajos ingresos, o ayuda al refugiado, por ejemplo) Pero la Iglesia necesita dinero y nosotros no deberíamos disculparnos por eso. Mientras la iglesia exista para propósitos espirituales, ella no se mantiene solo de amor. Vive y funciona en un mundo real y se necesita dinero para que sobreviva.

La obligación de dar a la Iglesia y la recompensa espiritual que recibimos se remonta desde hace muchos años según la Biblia. El concepto de dar lo encontramos en el Libro del Génesis (Gen 14; 19-20). La práctica de dar aparece muy frecuentemente en el Antiguo Testamento. Y en el Nuevo Testamento, Jesús elogió a la mujer que dio su tesoro en el templo (Marcos 12:21-44); en los Hechos de los Apóstoles nos dice que los fieles llevaban sus regalos a los pies de los apóstoles (Hechos 4:35); y san Pablo regularmente hacia colectas para ayudar a los pobres en otras iglesias. ¿Qué es lo que motiva a la gente a ayudar a la Iglesia? ¿Por qué damos a la Iglesia? Bueno, talvez porque usted se siente orgulloso de pertenecer a una comunidad y quiere aportar su grano de arena. También porque usted se ha dado cuenta que la Iglesia le ha ayudado en su camino a la fe y le ha ayudado a usted y a su familia en tiempos difíciles.

A lo mejor el dar es un acto de fe. A lo mejor usted cree en Jesús y en la iglesia que él fundó. Usted cree en la iglesia y usted sabe que la iglesia usa el dinero responsablemente para llevar a cabo su misión divina- predicar el Evangelio, promover valores morales, educar niños y servir al pobre.

A lo mejor su sacrificio al dar es motivado por conocer a Dios y Dios mismo le recompensará su generosidad. A lo mejor usted está consciente de las abundantes bendiciones de Dios en su vida y quiere regresarle algo al Señor.

Existen muchas razones para ayudar a la Iglesia y por hacer usted esto generosamente, estamos muy agradecidos.

Pero, ¿Cuál es la causa que una persona deje de dar, que boicotee el trabajo y el ministerio de la Iglesia? Existen muchas razones, o escusas eso también.

Primero que todo, algunas personas por naturaleza no son muy generosos. Como Ebenzer Scrooge, ellos son bien “tacaños”. No comparten, no dan, no ayudan a ninguna caridad. (Y para ser más claros- no estamos hablando de gente que no tiene para dar, no es gente que no tiene, gente de bajos recursos, que están sobreviviendo). Pero además de estas personas hay otras que simplemente no dan porque no están de acuerdo en las doctrinas de la Iglesia, los asuntos morales- la ordenación de las mujeres al sacerdocio, lo maligno del aborto, se oponen al matrimonio homosexual, a la justicia social, etc.

Algunas personas solo dejan de dar por el comportamiento del clero, o tal vez porque sienten que los han tratado mal en alguna ocasión que han venido a la iglesia por algún bautismo, boda, o funeral por ejemplo. Tal vez se sintieron traicionados porque su iglesia favorita se cerró. Y yo sé que es difícil de creer pero algunas veces los feligreses se enojan con sus obispos, ¡si, conmigo! A lo mejor nos les gusta lo que digo o hago, tal vez piensen que soy muy conservador o no muy conservador. A lo mejor no les gusta que sea pro-vida y anti-aborto; que me opongo al matrimonio homosexual; que les doy la bienvenida a los ministros “ilegales” o refugiados; o a lo mejor han llegado a la conclusión que soy deshonesto, sin corazón y no me preocupo por la gente.

En ocasiones, algunos grupos promueven su propio interés, aun organizando “boicots” para reunir dinero para la iglesia. Eso ha pasado aquí; y ha pasado en otras partes. Afortunadamente, no pasa muy seguido y no ha tenido graves consecuencias. Recuerde que estas cruzadas jicotescas no afectan al Obispo o al sacerdote, o a su seguridad en el trabajo, o a su salario o beneficios. Pero en extremos puede afectar el ministerio de la iglesia. Aquellos que han dejado de dar porque están enojados-¿A caso quieren ellos que se deje de educar a los niños, que se deje de ayudar con comida, que se deje de ayudar a la gente con la calefacción, o proveer albergue a los que no tienen hogar? ¡Qué crueldad! ¿Cómo va ayudar eso? ¿Será que se van a sentir mejor? Gracias a Dios, la Diócesis de Providence está bendecida con muchos miembros fieles que aman a Dios, y son agradecidos con él por las bendiciones que han recibido y son fieles a su iglesia quieren que la misión de la iglesia sea un éxito. Ellos continúan siendo generosos, en buenos y malos tiempo. Ellos saben que el dinero que dan a la iglesia, ultimadamente es para el Señor. Ellos saben con confianza que el Señor va a usar ese dinero para bien, y algún día les va proveer una de las más preciosas mansiones en el cielo.